El tema de la calidad y contenido de lo que sale en la tele no solamente forme parte de un conjunto de características de la sociedad actual, sino también que la importancia de la televisión cambia en relación con la sociedad de la que se trata. Sin embargo los medios de comunicación, entre los cuales la televisión tiene el papel protagonista, ha evolucionado a lado del hombre desde el principio y ha llegado a ser de una forma de poder a algo imbricado en la matriz de la cultura. Pero las ventajas y incovenientes de lo más poderoso de los medios han provocado un debate intenso entre los expertos.
Al principio, la función de la televisión consiste en formar, informar y entretener a los espectadores, solía decir el fundador de BBC; según John Raith, la tele, como resultado del progreso tecnológico, debería haber servido al servicio público para raportar noticias tras el mundo, de una manera objetiva. Aunque dicho punto de vista sea distinto del mercado de espectáculo: hoy, lo que es importante para los que hacen la telé, es conseguir más audiencias, patrocinadores y comercio de la manera más rápida. Por un lado, como patrocinadores las empresas reconocen a la televisión un medio poderoso que deberían utilizar en la estrategia comercial. Por otro lado, como espectadores no solo nos afecte mucho la falta de calidad y de sinceridad de la parrilla, sino que también nos queda desbocados la propaganda ideológica y política, la ética falsa de las imágenes y la miseria moral que se proyectan en la pantalla.
Está bien comprobado entre los expertos que, en el mundo de hoy, la televisión no sirve para nada, aparte de la propagación del fenómeno del consumismo en los países desarrollados. Las noticias sobre la carencia del desarrolo y la pobreza de los paises desfavorecidos se transmiten solamente cuando tienen valor visualmente impactante o aportan gran carga psicológica, sin ser explicados. Por eso, perdemos interés en citadas noticias, como si se tratara de un mundo fuera del nuestro.
Después, hay muchas veces que nos sentimos enganados por las emisiones televisivas, como si todo lo que emitieran no fuera algo irreal. Además, nos quedamos hypnotizados ante la telé, como si pudiéramos vivir nuestra vida a través de los personajes de las telenovelas. Y, sino se trata de nosotros, seguro que la gente en los Andes en Peru, que no tienen mucho contacto físico con el mundo fuera de su pueblo, no tienen ninguna razón para no crear en lo que les muestra ´la caja tonta´.
En conclusión, la televisión habría podido ser el medio más importante de formar, informar y entretener. Actualmente, nos presenta la realidad destorsionada tras su espejo deformado y consume nuestro pensamiento crítico con un enfoque sentimental, pero de contenido ´blanco´. Falta la investigación periodística rigurosa. Carece la resistencia ante nuestra tendencia hacia una sociedad del consumerismo, donde el valor de la comunicación es una mercancía más. Por nefasta paradoja, la televisión debería ser utilizada para vigilar a la libertad, promover la justicia social y conectarnos más con el mundo entero, pero lo que consigue es lo contrario. Una cosa en la que aún hay esperanza es que todavía podemos elegir los programas para ver, otra es que eso requiere la práctica de un pensamiento crítico. Nunca es tarde.