Nunca imaginaría encargarme de las responsbilidades que tienen los políticos en Grecia hoy. No solamente tengan unas trabajos que cumplir según sus promesas antes de las elecciones, sino que también afrontan una crísis económica con consecuencias imprevistas e incontrolables para la sociedad. Desafortunadamente, no son los políticos que han sobrevivido tras una guerra mundial, una guerra civil y una dictadura para guiar el país en tiempos democráticos bajo la protección europea. Son los políticos de una generación más joven, menos capaz de tomar decisiones verdaderamente bajo la presión de los acontecimientos que les exigen. Es más, cuando no hay dinero, la corrupción se hace más difícile mientras en tiempos de enflorecimiento económico los que tengan puestos de poder caen en la tentación de coger algo de dinero público por sí mismos, sus familias y sus grupito de seguidores. Sin embargo, en los tiempos corrientes no solamente no haya ahorros, sino también los políticos han malgastado su buena imagen pública de credibilidad, o sea su suerte con los votadores ha superado la fecha de caducidad. Apoyarlos sería como si comiera un yogur malo: un riesgo para nuestra salud. Y nadie quisiera estar en el lugar de un político hoy. Hay una soledad interminable para la familia, cuando la caja está vacía y el rey queda decapitado.
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