´Durante casi todo el siglo pasado, el crecimiento económico dependió de los saltos tecnológicos.
A partir de la crisis del petróleo de 1973, se vinculó mas la economía a la disponibilidad energética y potenció la nuclear, hasta que ocurrió el primer accidente grave. La alarma ambiental por la emisión de CO2 a la atmósfera forzó el debate de un modelo de crecimiento infinito con una energía finita. Cuando en el cambio del siglo las energías alternativas eran ya cuestón de estado más que un sueño de ecologistas los países más poblados empezaron a desputar a tal modo que la demanda se multiplicó hasta el crecimiento actual. (Se lo preguntamos al físico, Gonzalo Echagüe Méndez de Vigo , Presidente de la Fundación medio ambiental Conama).
Al final del siglo 19, la revolución industrial arrancó con la fuerza del vapor generado por la combustión del carbón. El siguiente empuje vino de la electricidad producida por la generación hydraulica más que por la combustión de fosiles. Pero el definitivo salto industrial y económico fue el motor de explosión resultado de los derivados del petróleo. Este nueva energía, abundante y barata, en manos de ´Las sietes hermanas´ fue un factor marginal de la economía hasta la mitad del siglo veinte, cuando las productores del petróleo se convierteron en naciones independientes que nacionalizaron esta fuente de riqueza que era el oro negro, y más tarde, constituyeron OPEP, un grupo de presión, alterno a las Siete Hermanas. Estos bruscos cambios facilitaron la introducción de átomo como nueva fuente de energía, la mayor desarrollo tecnológico y mucha inversión. La crísis petrolera de 1973, cuando la OPEP bajó la producción para subir los precios provocó una crisis entre los países industrializados y fue la primera alerta sobre la dependencia cada vez mayor entre crecimiento económico y energía. Además coincidió con las primeros estudios del petróleo como fuente finita y los países empezaron a clasificar no solo como consumidores o productores, sino también por sus reservas de oro negro con un efecto económico inmediato a cada allá de nuevos yacimientos. Fue la era adorada de energía nuclear cuando se construyeron la buena parte de edificios centrales, especialmente en unos EEUU que consume tres veces más petróleo que produce. Por el contrario, el gas no pudo convertirse a una nueva fuente de energía para consumisión masiva, debido a la dificultad de su distribución. El accidente de Tsernobil en 1986, paralizó la construcción de las nuevas centrales en el primer mundo. Con la volatilidad de los precios y el pronóstico del agotamiento de las reservas del petróleo para 2030, el petróleo barato se acabó y la certeza del cambio climático por la emisión de efecto invernadero en la combustión de fosiles convirtió en asunto guvernamental la búsqueda de nuevas energías alternativas. Además de desarrollar la combustión de desechos de biomasa por su con conversión del gas etanol, en medios de la década pasada cristlizó el sueño de convertir la energía infiníta y limpia del sol y del viento, aunque éstas tecnologías son incipientes, su generación discontínua e imposible de acumular. Pero ni éstas energias ni las clásicas pueden aumentar al rítmo exponencial de la demanda, no solo del primer mundo derrochador, sino sobre todo de los países emergentes, superpoblados y en cricimiento imparable.´ (Sigue la entrevista del experto).
Adaptado del podcast presentado por Maria Dolores Albiac mediante Radio Exterior.
Se puede descargar aquí: http://www.rtve.es/alacarta/audios/de-economia/economia-energia-economia-08-07-11/1148347/
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