30 de diciembre de 2011

Borges versus Güiraldes I

¨En "El Sur", escrito en los años 40, Dahlmann, de origen anglocriollo y bibliotecario como Borges, sufre, como Borges en 1938, una herida grave y va a refugiarse al Sur, donde es provocado a un duelo imposible que sin embargo acepta (Obras Completas p.100). Dahlmann elige así, de un modo prácticamente suicida, la barbarie -como la inglesa cautiva. Percibimos aquí lo que Sarlo llamará el "núcleo amenazante del criollismo" reflejado por Borges, en tanto el mundo criollo o indio toma una revancha sobre el espacio urbano y letrado.
En Don Segundo Sombra Fabio, elevado socialmente a la condición de estanciero, se enfrenta también, en la despedida, con Don Segundo, representante de un criollismo diferente. El desenlace es distinto en Güiraldes, donde en cierto modo es la quieta y superior indiferencia de Don Segundo, al apartarse de Fabio, la que provoca el desangre metafórico del protagonista. En su final abierto, estilísticamente magistral, Borges sugiere la romántica destrucción de un protagonista urbano y vulnerable en manos de una barbarie que él mismo ha ido -en un arrebato de inconciente jactancia- a desafiar. De algún modo paradójicamente más realista, lo que Güiraldes parece decir en su conclusión es que el maestro siempre desborda al discípulo y que el llamado bárbaro profesa acaso una lejana compasión por el pueblero que trata de afincarse en sus valores.
En la arquetípica despedida de Fabio y Sombra, el que se desangra no es Sombra sino Fabio -y no se desangra porque la despedida deba ser definitiva, sino porque acaso duda de su propia integridad para preservar los dones que su maestro le ha transmitido: es Fabio quien se va mientras Don Segundo se aleja sin dar vuelta la cabeza. En cierto sentido, Güiraldes no ha descripto la edad dorada del paisano sino para señalar la dificultad que los hijos de la ciudad decadente tienen para arraigarse en ella.
En cierto sentido, Güiraldes no ha descripto la edad dorada del paisano sino para señalar la dificultad que los hijos de la ciudad decadente tienen para arraigarse en ella.





Dice Sarlo:
"El Sur" es al mismo tiempo trágico e irónico. Advierte doblemente que el pliegue que separa dos culturas tiene un filo amenazador. Uno de sus peligros es el romanticismo blando y evocativo del pasado criollo que conduce a una literatura de revival rural pensada sobre la imagen de la edad de oro, evocada por una estética pintoresquista que purifica la barbarie administrándola en un elenco de virtudes que quieren ser heroicas y resultan mediocres.
(Aquí es claro que Sarlo, sin nombrarlo, está hablando de Don Segundo Sombra. Romanticismo blando y y pintoresquismo son precisamente los pecados capitales que Borges achaca, como lo hemos visto, a Güiraldes).
Borges escribe que el destino es ciego e implacable con los que se equivocan. Esto se aplica a la ensoñación de Dahlmann y anticipa el desenlace de las adopciones descuidadas. Distraído por el pintoresquismo de la escena rural y la tipicidad de una pulpería, Dahlmann no puede resistir la tentación del duelo que puede ser leído como cumplimiento de un destino pero también como castigo por su bovarismo, porque el criollismo de Dahlmann es, como el romanticismo de Emma Bovary, un efecto superficial y trágico de la literatura tomada al pie de la letra.

Ambos sentidos forman el pliegue de la ironía del relato. (Orillas 106-107).
Es decir que es posible leer "El Sur" como un castigo que se autoinflige Borges por su incursión a la vez romántica y bovárica en el criollismo. "Nunca hay final feliz ni mezcla pacífica, sino conflicto" dice Sarlo (107). Yo leo sobre todo expiación. Dahlmann, dice Borges, cultivaba "un criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso", propio de un hombre de ciudad, lector de Las Mil y una Noches". En realidad, el criollismo de los años veinte de Borges, aun sin caer en los excesos del moreirismo, es a la vez voluntario y ostentoso. Lo que parece estar en juego aquí es que, cualesquiera fueran sus calificaciones, este criollismo era ilusorio, y por esto merecía ser castigado.
Pienso a mi vez que cabe imaginar que "El Sur" describe sin complacencias el duelo de un joven poeta con el imaginario colectivo. La bravuconada de El Tamaño de mi Esperanza le cuesta a Borges una suerte de muerte o borramiento literario. Hombre de ciudad más apto para otro tipo de fantasía, no puede medirse con las fuerzas bárbaras con las que ha querido inconcientemente -e incoherentemente- retomar contacto y de las que ha querido sustraer inspiración. Es cierto que no son las metáforas de corte francés reprochadas a Güiraldes las que guían al protagonista de "El Sur", sino las fantasías de Las Mil y una Noches, pero el resultado es el mismo: tanto Fabio Cáceres como Dahlmann serán derrotados, sólo que Güiraldes habrá elegido un final incruento y Borges, de acuerdo con sus necesidades y preferencias, uno esperablemente violento aunque la sangre, muy a la manera de Borges, resulte invisible.
Sarlo, que percibe en este relato ante todo un conflicto, acaba por discernir una dimensión elegíaca en el espacio ficticio que crea Borges: "Toda su literatura está atravesada por la nostalgia porque percibe el pliegue de dos mundos, la línea sutil que los separa y los junta, pero que en su existencia misma, advierte sobre la inseguridad de las relaciones" (Orillas 108).
A mi modo de ver, no se trata tanto de nostalgia en la tácita descripción de la derrota autoexpiatoria de Dahlmann -como tampoco hay nostalgia en la despedida de Fabio y Sombra- sino más bien una suerte de austero Juicio Final.¨

Fuente: Ivonne Bordelois/Correctores en la Red





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