¨Precioso título de este maravilloso libro que acabo de leer casi de un tirón. De principio a fin la historia te atrapa y no te deja hasta llegar a la última página. Una historia que se va abriendo en otra historia y así sucesivamente hasta acabar de conocer qué pasaba en la vida de Laverde.
La historia que nos cuenta Juan Gabriel Vásquez se sitúa en los años en que Colombia vivía el infierno de los narcos, el tráfico de drogas, los asesinatos y el miedo que se iba extendiendo por todo el país.
Antonio Yammara, estudiante de leyes, conoce un día en un billar a Ricardo Laverde, empiezan una amistad que, antes de profundizar y de conocer algo más de este personaje un poco misterioso, un disparo en una calle mata a Ricardo y deja herido a Antonio.
Antes de la muerte de su amigo Laverde, le había contado que su mujer, que vivía en EE.UU, venía ese día en avión para volver a verse y reanudar una vida partida hacía 20 años. El avión donde viajaba Elena se estrelló antes de llegar a Bogotá y murieron todos.Laverde cayó al suelo y yo caí con él, los dos cuerpo cayendo sin ruido, y la gente comenzó a gritar y apareció en mis oído sun zumbido continuo. Un hombre se acercó al cuerpo de Laverde para intentar levantarlo y recuerdo la sorpresa que me causo que otro llegara para ayudarme a mí.
Antonio prosigue su vida a pesar de que el atentado le dejó una herida de por vida y una curiosidad de saber que pasó en la vida de su amigo Laverde, que era todo un misterio. Un día la hija de Laverde y Elena le llama para ponerse en contacto con él, al enterarse que él fue la última persona que estuvo con su padre. La hija de Laverde quería reconstruir esa vida perdida para ella, ya que ni conoció a su padre y la historia que su madre le contó no era la verdad.
Premio Alfaguara 2011, muy merecido y muy recomendable este libro: Juan Gabriel Vásquez¨Cuantos atravesaron la adolescencia y se hicieron temerosamente adultos mientras a su alrededor la ciudad se hundía en el miedo y el ruido de los tiros y las bombas sin que nadie hubiera declarado ninguna guerra o por lo menos una guerra convencional, si es que semejante cosa existe. Eso me gustaría saber, cuantos salieron de mi ciudad sintiendo que de una u otra manera se salvaban, y cuantos sintieron al salvarse que traicionaban algo, que se convertía en las ratas del proverbial barco por el hecho de huir de una ciudad que se incendiaba.Yo os contaré que un día vi arder entre la nocheuna loca ciudad soberbia y populosa.Yo sin mover los párpados,la miré desplomarse,caer, cual bajo un casco un pétalo de rosa.Dice un poema de Aurelio Arturo.
A través de Los libros de Teresa
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