Es difícil desenvolverse si uno no habla el idioma en España. Sí que se habla el inglés, pero con una habilidad delimitada por motivos ambos culturales e históricos. La cultura inglesa se sitúa en conflicto con la extroversión de los españoles cuyo centro del mundo está alrededor de la familia, los amigos y su comunicación oral con los que conocen. Hablan constatamente en los móviles en la calles y en el metro, entre ellos en las cafeterías, como si todo el mundo quisiera saber sobre sus temas personales. Hablan sin parar con un acento rico, una lengua llena de sentimiento, color y sabiduría idiomática. Me sentía como si estuviera en el teatro viendo una obra de Almodóvar en vivo. Empecé a hablar con más rapidez y fluidez en un par de días porque, pese a la soberbia de los ingleses, los españoles se animan cuando los extranjeros intentan halbar su idioma y se vuelven más abiertos y alegres. Además, el hecho de que conociera españoles que hablaban el griego porque habían vivido en Grecia, me llenó con sympatía ante esta cultura tan semejante a la mía. Entonces, sacamos la carta roja a la arrogancia...
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