10 de marzo de 2011

El habito no hace al monje

Mientras entraba a la casa, después de un día horrible, pensaba a una conversación que había hecho con una amiga hace un poco tiempo. Ella me comentó que no podía imaginarme llevando traje y tacones, porque cada vez que nos quedamos para ir de copas, estoy en ropa ´informal´ y deportivos; mis nikes, que no cambiara por nada en el mundo. A esto, me contesté con la verdad: que todos que trabajamos en las empresas por la mañana, tenemos que llevar un traje que va junto con un comportamiento formal, impersonal y, además, obligatorio. En cuanto termine el día laboral, suelo dejar todo esto como los serpientes cambian la piel para desempeñar los otros papeles de una mujer: las de estudiante, profesor, amiga, hermana, hija etc. No creo que sea posible limitar a tala variedad bajo el confinamiento de cualquier imágen esforzada por la idea de los demás sobre cómo suponen que deba vestirme. Antes de que yo me olvide, aquí tengo un secreto del mundo empresarial gratis: no es que el habito sirva para disfrazarnos, sino para adaptarnos a los diversos roles en nuestra vida. Y si lo hacemos de una manera adecuada, no debe ser nada gratis. Solamente gratificante.